Tras la hospitalización, los pacientes pasan por un estado transitorio de riesgo generalizado de sufrir eventos adversos para la salud, situación que se ha denominado síndrome posthospitalización. Un periodo de vulnerabilidad que eleva el riesgo de voler a ser ingresado, pero que se estabiliza transcurridas unas 7 semanas desde el alta.
¿Es posible que se esté causando un daño indirecto a los pacientes durante la hospitalización que contribuya a esta vulnerabilidad? En el hospital, los profesionales sanitarios tratan de ofrecer un tratamiento óptimo en función de los graves problemas de salud de sus pacientes. No obstante, durante este proceso los pacientes pueden verse inmersos de pronto en un entorno que puede volverse estresante y quizá incluso tóxico.
ESTRÉS PROCEDENTE DE DISTINTOS FRENTES: LA HIPÓTESIS DE LA SOBRECARGA ALOSTÁTICA
En el contexto de una hospitalización, los pacientes afrontan simultáneamente el estrés físico y mental generado por la propia enfermedad que padecen y por el entorno hospitalario. Aunque la necesidad de hospitalización per se puede representar una carga emocional para los pacientes, otros aspectos potencialmente modificables, tales como la movilidad limitada, la alteración constante del sueño, la pérdida de privacidad y autonomía, la alimentación inadecuada y los ruidos alarmantes e impredecibles, son factores que también pueden contribuir a esta sobrecarga por estrés y al mayor riesgo posterior de sufrir eventos adversos.

UN ENTORNO ANGUSTIANTE
El funcionamiento de los hospitales puede hacer difícil la tarea de evitar experiencias estresantes a los pacientes. Por ejemplo, compartir habitación con una persona desconocida puede poner al paciente en una situación muy estresante. Además, una puerta que se abre continuamente, con médicos, enfermeras o estudiantes entrando varias veces al día sin avisar ni identificarse adecuadamente, puede ser un agravio a la privacidad en un momento de gran vulnerabilidad. Es más, las personas independientes pueden sentirse estresadas por la pérdida de autonomía en relación con decisiones cotidianas como qué ropa ponerse y en qué momento comer, ducharse y recibir visitas.
REPOSO INSUFICIENTE
Conciliar el sueño puede ser un problema para los pacientes hospitalizados cuando hay ruidos fuertes e imprevisibles producidos por la bomba de infusión intravenosa, el monitor de constantes vitales, el personal sanitario y otros pacientes. Asimismo, puede ser aun más difícil mantener un sueño prolongado y tranquilo a causa de las rondas de control de las constantes vitales o análisis de sangre por la noche o a primera hora de la mañana. No sorprende que los pacientes comuniquen sueño de menor duración y de peor calidad durante la hospitalización. Si es así, te invito a leer nuestro POST PREVIO DORMIR previo.
RESTRICIONES DE LA MOVILIDAD
El diseño de las habitaciones del hospital y los tratamientos (como las infusiones intravenosas prolongadas o sondas de Foley) pueden disuadir de la actividad física. Los pacientes pueden sentirse forzados a permanecer en la cama o en la habitación para no perderse la visita de un médico o una prueba diagnóstica, y para no interferir en el trabajo del personal del hospital. Los riesgos de esta actividad física restringida van más allá de la trombosis venosa profunda como ya hemos comentado previamente. Es especialmente perjudicial para los pacientes, como los ancianos, susceptibles de sufrir un rápido deterioro del funcionamiento físico y mental causante de un rápido deterioro funcional con cada día de inmovilidad y un mayor riesgo de sufrir caídas u otros eventos adversos durante la hospitalización y después.

ALIMENTACION INADECUADA
Al mismo tiempo, los pacientes se enfrentan a otras situaciones que generan estrés, como la mala nutrición durante la hospitalización. No es infrecuente que los pacientes tengan que someterse a restricciones alimentarias mientras esperan una intervención, incluso cuando su programación es incierta, lo que resulta en ayunos innecesariamente largos. Además, una dieta que difiere de las preferencias habituales del paciente (por ejemplo, baja en sal) o las presentaciones de comida poco apetecibles pueden agudizar la pérdida de apetito durante la hospitalización causada por la enfermedad grave u otros factores de estrés.

Todos estos «daños» adquiridos en el hospital pueden mermar la calidad de vida de los pacientes y contribuir a una sobrecarga mayor una vez dados de alta del hospital. Como en todas las enfermedades, la prevención es lo más importante, manteniendo una hospitalización activa.


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